Tango, Jazz, Flamenco… Se puede decir que estos géneros musicales, populares en su origen, pero con rápida proyección universal, aun siendo muy distintos, comparten muchas cosas y, quizá por eso, están llamados a fusionarse con naturalidad en múltiples circunstancias. Para empezar, son las aguas del Océano Atlántico las que comunican las desembocaduras de los tres grandes ríos donde se desarrollan estas músicas de ida y vuelta: Río de La Plata, Missisipi y Guadalquivir. Y el centro de gravitación de este triángulo es una isla, Cuba, cuya capacidad de creación musical no ha dejado de influir desde hace décadas tanto en el ámbito latino como en el norteamericano.
En estos tres géneros subyace la música negra… presente en España -incluso antes de la llegada al Nuevo Mundo- en las cortes medievales cristianas y musulmanas, y presente de manera evidente –merced a los esclavos africanos- en el jazz y en la música cubana, pero también en Argentina y Uruguay, con el
candombe, que influyó primero en la
milonga, palabra bantú que significa “palabras” o “discusión”, y después en el tango, también palabra bantú que quiere decir “tambor”.
Jazz, tango, flamenco… surgen como algo nuevo, peculiar y reconocible emergiendo sobre ese entramado de influencias, creados por músicos populares que comenzaban a profesionalizarse. Vinieron con el cambio de siglo XIX al XX desde el arrabal para conquistar la ciudad, desde los burdeles a los cafés, pero luego también a los salones, a las terrazas y a los teatros, donde una nueva clase urbana buscaba emociones fuertes. Estos géneros edujeron a muchos intelectuales y músicos:
García Lorca,
Gómez de la Serna,
Borges,
Stravinsky,
Ravel… En proporciones variables, según la época, combinaban baile sensual, canto y música, extendiéndose por el mundo. En el caso del tango llegó primero el baile, a Broadway, en 1913, causando sensación. Veinte años después triunfó la canción, con
Carlos Gardel, en Nueva York.
Stan Kenton y
Louis Armstrong hicieron versiones jazzísticas de su tango
El choclo. De manera recíproca el jazz también cala en el río de La Plata, alcanzando un momento cumbre cuando el trompetista
Dizzie Gillespie, disfrazado de gaucho, desfila a lomos de caballo por las calles de Buenos Aires para anunciar su
big band, allá por 1956, cuando versioneó
Adiós muchachos con el bandeonista
Osvaldo Fresnedo.
La madurez y la complejidad musical le llegó al tango con
Astor Piazzolla, al jazz con el movimiento be bop, -expresando un nuevo mundo cambiante y confuso-, y al flamenco con
Sabicas o
Paco de Lucía... más allá del acompañamiento de la sensualidad del baile y de la expresividad de las voces, estos géneros evolucionaron notablemente hasta independizarse en su aspecto instrumental y compositivo, alcanzando una proyección mundial.
Piazzolla compuso
Libertango y esa libertad hace crecer la música, combinarse, sin perder la esencia emocional que hizo de cada uno de estos géneros musicales algo único.
Fernando Egozcue toca una guitarra clásica, acústica, que abraza a menudo en posición vertical poco ortodoxa y con la que mantiene una relación pasional que se evidencia en la madera de la tapa de modo furioso, como con zarpazos de tigre, arriba y abajo de la boca por donde emerge un sonido volcánico, cuando no intensamente emotivo. Desde su formación clásica ha merodeado por los vericuetos de estos géneros musicales, tango, jazz, flamenco… hasta manifestar como artista una condición de demiurgo que pocos consiguen, alcanzando un estilo propio, reconocible, nuevo y distinto. Estamos ante un músico completo, como compositor y como intérprete, con conocimientos y dominio técnico a juego con su vehemente talento creador.
Conviene leer… Jazz, Flamenco, Tango: Las orillas de un ancho río. José Luis Salinas Rodríguez. Editorial Catriel. 1994.
Jazz latino. Isabelle Leymarie. Colección
Ma non troppo. Ediciones Robunbook. 2005.
El ritmo perdido. Sobre el influjo negro en la canción española. Santiago Auserón. Ediciones Península. 2012.
Razón de son. Antropomúsica creativa de los cantes de ida y vuelta.
Raúl Rodríguez. Edita Fol Música. 2014.