JAZZ CUBANO: Una historia interminable
En el conglomerado cultural que era Nueva Orleans (Louisiana) a principios del siglo XX y que dio lugar al jazz se escuchaban –además de la música africana- tangos, habaneras, danzones y todo tipo de músicas con carácter latino. Conviene recordar que el estado de Lousiana formó parte de una próspera colonia española durante varias décadas de finales del siglo XVIII, después de haber sido francesa, y que la baña el Golfo de Méjico, muy cerca de Cuba y del mar Caribe. Así que el gran pianista que se atribuía pomposamente la creación del jazz,
Jelly Roll Morton, decía hacia 1925: “
si no consigues poner el deje español -spanish tinge- en tus melodías, les faltará la sazón jazzística esencial”.
Cuando el jazz emigró a Nueva York y Chicago, ramificándose por Kansas y California, se “norteamericanizó”, influyendo de rebote en los músicos cubanos, que formaron bigbands inspiradas por los modelos que estaban creando
Fletcher Henderson y
Duke Ellington, donde los solos individuales van ganando importancia frente a la improvisación colectiva.
Ernesto Lecuona, hijo de español, pianista y compositor, es uno de los muchos ejemplos de músicos cubanos –como tantos que vinieron después- en los que la Música es una, con mayúsculas, desenvolviéndose con igual maestría en sus diversos estilos, más o menos populares. Introdujo la primera orquesta latina en Estados Unidos, los
Lecuona Cuban Boys, e intercambió experiencias con
George Gershwin cuando éste viajó a la Habana en 1929 para presentar su
Rhapsody in blue.
Mientras que los ritmos africanos habían sido reprimidos a los esclavos de las colonias americanas de cultura protestante, en las del ámbito latino se mantuvieron y desarrollaron, alcanzando en Cuba su máxima expresión. De modo que los músicos latinos que emigraron alcanzaron gran relevancia en muchas orquestas de jazz
made in USA y consiguieron que sus complejas poliritmias plantearan serias dificultades a los más avezados jazzmen norteamericanos. Uno de los más notables fue el clarinetista, arreglista y compositor cubano
Mario Bauzá, director musical de la orquesta de
Chick Webb –que lanzó a
Ella Fitzgerald- , y trompetista en la de
Cab Calloway –maestro de ceremonias del
Cotton Club-, donde se fogueaba un joven trompetista,
Dizzy Gillespie, tomando afición a los ritmos latinos que hacían furor en la época: rumba, conga y, en la postguerra, el mambo y el chachachá. Finalmente
Bauzá fue director de su propia orquesta y, junto con su cuñado -también cubano- el percusionista
Machito formaron la orquesta T
he Afro-cubans en 1940, emblema del jazz latino en la ciudad de Nueva York de esa época. Por su parte,
Dizzy Gillespie, “inventó” nada menos que el jazz moderno –
bebop-, junto con
Charlie Parker y otros iluminados. Pero, a diferencia de los demás,
Dizzy siempre tuvo un gran sentido escénico y ganas de agradar a públicos amplios. Para lo cual lo que había aprendido de ritmos latinos, más la incorporación a su grupo del gran percusionista y compositor cubano
Chano Pozo, le vino muy bien, dando lugar al
cubop. Uno de sus temas emblemáticos “
Cubana Be Cubana Bop”, escrito por
George Russell, no deja lugar a dudas sobre la importancia de la isla en la gestación también del jazz moderno, muy lejos de sus fronteras. Después de
Chano Pozo destacaron los percusionistas cubanos
Mongo Santamaría, Patato Valdés y
Armando Peraza, entre otros muchos.
La tradición musical cubana se ha manifestado y exportado también en creaciones populares de gran calidad, desde
Antonio Machín hasta la
Nueva Trova Cubana de
Pablo Milanés y
Silvio Rodríguez, pasando por la salsa de
Celia Cruz o el mambo de
Pérez Prado. Es interesante saber que
Tete Montoliú se fogueó en la Barcelona de los años 50 con excelentes grupos latinos de baile, e incluso se casó con la cantante cubana
Pilar Morales. Por la misma época
Bebo Valdés era arreglista y pianista del
Cabaret Tropicana de la Habana. Su hijo, el también pianista
Chucho Valdés formó la orquesta
Irakere en Cuba, a principios de los 70, revolucionando el jazz moderno junto con extraordinarios músicos como
Paquito d’Rivera (saxo y clarinete) y
Arturo Sandoval (trompeta), a los que sucedieron otros tan buenos como nuestros amigos
Román Filiú y
Ariel Brínguez. Esto abrió puertas a una amplia lista de músicos cubanos actuales con amplia repercusión dentro del panorama internacional del jazz, cuya lista sería muy larga de reseñar en estas breves líneas.
En el cine reciente la música popular cubana adquirió reconocimiento internacional con el documental de
Wim Wenders (1998) sobre los conciertos organizados por el guitarrista norteamericano
Ry Cooder conocidos como
Buena Vista Social Club, donde reunió a los ya fallecidos
Ibrahim Ferrer, Compay Segundo y
Rubén González, entre otros. El nombre aludía al mítico club de la Habana, de la década de los 40. En cuanto al jazz latino propiamente dicho, fue homenajeado en el año 2000 por
Fernando Trueba, en la película
Calle 54, en una época en que quizá algunos popes y críticos del jazz lo tenían aparcado, juzgado equivocadamente como superficial. Pero como saben perfectamente sus intérpretes y los aficionados el jazz latino no es frívolo en absoluto. Armónica y rítmicamente sofisticado, exige efectivamente un dominio a la vez del jazz y de los ritmos latinos, a menudo mucho más arduos de lo que se podía sospechar a primera vista. Irradia una alegría de vivir ocasionalmente ausente en el jazz estadounidense, atormentado por el blues o, como en el período free, recorrido por fogonazos vehementes, o de un jazz europeo a veces cerebral y rítmicamente previsible. El jazz latino estalla en una sensualidad manifiesta, sin rugidos roncos ni diatribas militantes. Es por tanto el perfecto banderín de enganche para iniciarse y, si se desea, pasar de ahí a otras expresiones jazzísticas que pueden resultar más inquietantes para los neófitos. Y para los ya iniciados es siempre un refugio en el que disfrutar y al que volver para cargar las baterías.
Actualmente en España residen numerosos
jazzmen formados en la excelente escuela cubana, combinando todo el rigor y la técnica de la formación clásica con el sabor de los ritmos caribeños. Esto ha enriquecido notablemente la cultura jazzística española y es un privilegio para nosotros poder escucharlos en Soria.
Citas“Me no spik english, you no spik spanish, but we both spik African”.Conversación entre
Chano Pozo y
Dizzy Gillespie en 1947.
“
Mi deuda con Paquito (D’Rivera) es infinita. No conozco un mejor remedio contra la melancolía que el sonido de su saxo. Un solo de Paquito puede arreglarte un mal día”.
Fernando Trueba.
Calle 54. (2000).